Si te detienes a pensar un momento en el título que usé... ¡PAF! Paradoja indigerible.
¿Quiere decir que voy a decir verdades que son falsas? ¿O quiere decir que voy a hablar de falsedades que son verdaderas? ¿O quiere decir que voy a decir verdades que son falsas? ¿O...?
La verdad, espero que sea una buena frase para que te intereses por lo que voy a decir a continuación, y bueno, si lees hasta el final verás que no es sólo por esto, Aunque cualquiera de estas afirmaciones podría ser verdad o mentira, dependiendo de cómo interpretes el título. Y quizás intenté un título así para que te esfuerces por llegar al final y leer la revelación que hago sobre mí y también el estado general de las cosas. Debo advertirte que las ideas expuestas aquí tienen cierta complejidad y podrías rendirte antes de llegar, pero van a ser realmente útiles. Y también sin duda, las ideas, sobre todo al final,
tienen bastante profundidad y poesía,
cosa que hacía tiempo no hacía.
en fin...
Con mi hijo Lucas nos divertíamos mucho con estas cosas cuando él era pequeño. Jugábamos a hacer frases ingeniosas con las letras que tenían las placas de los autos. Por ejemplo, si la placa decía "GC-FD-24", podíamos decir "Gigante Chico Fuerte Débil". Le daban mucha risa estas cosas. Me encantaba hacerlo reír.
Gran parte del humor funciona así: hay una cosa que significa algo y que significa al mismo tiempo lo contrario, y la imposibilidad de que una cosa sea al mismo tiempo la cosa y su contrario, es muy graciosa.
Las mejores carcajadas surgen de ahí.
Nos estalla la cabeza con la paradoja.
Curiosamiente, las patologías mentales más severas funcionan de modo muy similar. Los teóricos de la comunicación de la escuela de Palo Alto, en donde el nombre más destacado es Paul Watzlawick, dicen que las patologías mentales más graves, se originan en paradojas.
Le llamó "Doble Vïnculo" a uno de los tipos más graves de comunicación paradójica. Es el dilema que nace de dos o más proposiciones contradictorias entre sí.
Por ejemplo:
La madre le regala al hijo dos pantalones. Uno azul y otro negro. El hijo, feliz con el regalo, se pone el pantalón negro.
La madre decepcionada le dice "Ah... no te gustó el azul."
Esta situación aparentemente inofensiva en realidad es un atolladero del que no se puede salir. Si el hijo se cambia el pantalón y se pone el azul, la madre podría decirle, "lo haces sólo para complacerme", con una dura crítica en su mirada. Y lo más desconcertante, si el hijo, en un primer momento se hubiera puesto el pantalón azul, entonces seguramente la madre hubiera dicho "Ah... no te gustó el negro".
Así que no importa lo que el hijo haga, recibirá la agresión de su madre de todos modos. Aparentemente hay una respuesta correcta, pero en realidad no, todas las respuestas posibles son incorrectas.
Cuando este tipo de interacciones se llevan a los límites y suceden a cada segundo en la vida en un individuo, éste puede enloquecer. Sobretodo si es niño y no tiene la posibilidad de cuestionar el enredo de los adultos.
Pero no hay que estar oficialmente loco para ser un atado de contradicciones y paradojas, de hecho, hasta el ser humano más común y corriente sufre de este problema.
O sea, nosotros también estamos bastante locos, no oficialmente, claro. ¿Sabías que si lees un manual de psiquiatría te vas a sentir identificado al menos con unos 3 o 4 diagnósticos, y que si lo deseas, puedes ir y encontrar a algún psiquiatra que podría estar dispuesto a darte algún certificado?
No te asustes ni ofendas, es la verdad,
me refiero a lo de la locura que todos tenemos,
no todos los psiquiatras están tan interesados en otorgar estos certificados.
Te doy un ejemplo de locura "normal":
Tomemos cualquier estado obsesivo en el que tú y yo hemos caído más de una vez. Supongamos que la obsesión es algo así: "Tengo que tener todo bajo control, así estaré seguro".
Aunque lo más probable es que nunca te ha pasado, porque lo tienes todo bajo control.
Este intento de control se manifiesta siempre como una conducta, la cual va a variar dependiendo de la rareza específica que tengas; puedes intentar tener la figura perfecta, que todos piensen bien de tí, que tu casa esté siempre ordenada, que tu pareja sea perfecta, etc.
El problema es que cualquiera de estas conductas para tener el control las realizas porque tienes una creencia opuesta a lo que la conducta controladora pretende demostrar. Es decir, crees que no estás seguro y al mismo tiempo haces algo para contradecir la creencia y demostrarte que sí lo estás. Y mientras repetimos esa conducta que nos da la ilusión de tener control, más fortalecemos la idea de que no estamos seguros y, en consecuencia, más alimentamos la compulsión a realizar la conducta. Es un círculo vicioso.
Un ejemplo. Tomaré la rareza específica de quién:
Tiene la conducta de esforzarse para que todos tengan una buena opinión de el/ella,
para evitar el peligro de ser no ser amado/a,
porque tiene la creencia de que es insuficiente para ser amado/a.
Si todo el tiempo me esfuerzo por lograr que todos tengan una buena opinión de mí, creeré que las personas tienen una buena opinión de mí y que me aman debido a mis esfuerzos, lo cual me hará creer que si no me esfuerzo entonces no me amarán y, que por lo tanto, soy insuficiente para ser amado.
Sin embargo, esto no es verdad.
Para que sea más claro. Supongamos que tengo la creencia de que el sol sale todos los días sólo si me levanto a las 5 de la mañana y sólo si hago una oración especial a ésa hora. Si todos los días hago el ritual, seguiré creyendo que el sol sale gracias a mis oraciones. La única forma de ver la verdad sería dejar de hacer las oraciones, al menos una vez. Así descubriré que el sol sale con o sin mis oraciones. Pero si nunca las dejo de hacer, todos los días tendré una gran ansiedad y una fuerte necesidad de seguir haciendo las oraciones, sin importar cuán absurdo sea, porque tendré miedo a que el sol no salga.
En el caso de esta persona, ésta es la verdad:
Con o sin esfuerzos, siempre habrá personas con buenas y con malas opiniones. Pero ya que nunca deja de lado su conducta obsesiva de agradar a otros, tiene la ilusión de que todas las personas que tienen una buena opinión de ella, la tienen gracias a sus esfuerzos. Y peor aún, asi refuerza la creencia de que hay personas que no tienen una buena opinión de ella porque es insuficiente, y esto no es verdad. La verdad es que simplemente no le podemos gustar a todos, punto final. Y siempre habrá algunos a quienes les vamos a gustar sin importar demasiado qué hagamos o no hagamos.
Por supuesto que estamos hablando de otras personas a las que les pasa esto, a nosotros nunca nos ha pasado.
Para salir del embrollo bastaría que ésta persona abandonara sus conductas compulsivas o que abandonara las creencias superticiosas. Cualquiera de los dos caminos va a desarmar el círculo vicioso. Pero no sale del atolladero porque desde sus creencias afirma una cosa y con su conducta intenta demostrar lo contrario, consiguiendo reforzar ambas.
Contradicción pura, paradoja.
Dos partes de uno, dando toda su energía para negar a la otra.
Por eso los conflictos psicológicos nos quitan tanta energía.
Invertimos toda nuestra energía en negar lo que afirmamos.
Creo que algo de lo que hago en terapia es ayudar a la gente a dejar de creer inconscientemente cosas que no les conviene para darse cuenta de que no es necesario seguir haciendo tanto esfuerzo para afirmar lo contrario, o bien, les animo a dejar de realizar la conducta compulsiva para descubrir que la creencia subyacente es, en realidad, una superstición.
Todas esas cosas nefastas que creemos de nosotros parecen reales porque nos comportamos de tal modo que acabamos autoconvenciéndonos de que lo son, nos engañamos porque queremos negar lo que creemos. Así que no es verdad que eres horrible, culpable de todo, imposible de amar, inútil, perezoso, malo, ridículo, tonto, enfermo, raro, rechazable, etc... sólo es verdad que haces todas las acciones necesarias para seguir hipnotizándote con tus propias supersticiones.
Estos círculos viciosos paradójicos son la fuente de la infelicidad, que no tiene nada que ver con el cambio climático, la política o la mala costumbre que tiene esa persona que tanto te irrita.
El sufrimiento nos lo hacemos solos
lo dijo Buda, Jesús, el Psicoanálisis y la New Age
pero aún nadie lo toma en serio.
Habrá que esperar entonces
a que la ciencia, más respetable,
lo demuestre.
Pero, ella tiene grandes puntos ciegos
(de los que escribiré en otra ocasión)
y además no es rentable divulgar verdades
que sanan cuando nuestra riqueza
de ciertas alianzas depende.
Así que seguiremos por un tiempo
creyendo que la felicidad está allá
en el campo del vecino,
cuando cambie la suerte,
en el proximo viaje o el nuevo celular.
Pero no, así no va a llegar,
debemos renunciar al vicio,
a la paradoja que da infelicidad.
Y este asunto es muy serio.
El rollo que construímos sobre esta contradicción básica es monumental. Es tan grave y serio que TODO nuestro proyecto de vida consiste en creer una cosa e intentar negarla haciendo otra. Toda la vida la gastamos en esto. En serio, es grave.
El que se siente insignificante vive la vida haciendo mil esfuerzos para ser reconocido, el que se siente frágil vive toda la vida levantando pesas para que todos vean su descomunal fuerza, el que se siente solo vive toda la vida esforzándose para retener a las personas a su lado.
Es que no nos cansamos.
Bien que nos haría
cansarnos de cuando en cuando
Evidente se volvería
que la vida sigue su curso tranquila
sin el esfuerzo para arreglarla,
manipularla, para acabar por arruinarla.
Y no, no dan ganas de reír como lo hacíamos con mi hijo jugando con las paradojas cuando vivimos dentro de este atolladero.
Debo hacer una confesión.
Hace falta cierta disciplina para no reír cuando vemos la contradicción de otros. Con el tiempo he aprendido a escuchar con mucho respeto a mis alumnos de gestalt cuando me piden ayuda con sus clientes y oigo sus historias para ayudarlos a ayudar a sus clientes a salir del atolladero.
A mi no me gustaría que se rieran de mí... pero la verdad, después de todos estos años, tengo que confesar que a veces me he reído, es feo hacerlo. Y bueno, si se ríen un poco de mí, como compensación, lo acepto. Quizás me lo merezco. O mejor aún, al reir un poco de mí aprendo. Quizás me he reído más de la cuenta de alguien. En mi defensa, puedo decir que hace un par de años sólo puedo sentir compasión cuando me cuentan las desgracias de otros... cuando hago supervisión de casos, claro. Estoy lejos de ser un santo. De todo corazón pido perdón, porque sé que esa persona estaba sufriendo mucho. Yo también estoy en el atolladero bastante seguido.
Además, el humor puede ayudar bastante. Porque el atolladero neurótico está hecho de muchas emociones, pero sobretodo de miedo. La risa espanta al miedo, nos quita ese exceso de seriedad tan patológico que tenemos.
Quizás no es de neurosis que sufrimos,
sino de seriosis...
seriosis paradójica.
Lo digo en serio.
Es muy serio.
No se rían.
Ah, de nuevo la paradoja... quizás creo inconscientemente que soy un hazmerreír y digo todas estas cosas complicadas para que me tomen en serio.
Soy muy serio.
Lo bueno es que no se necesita vivir tratando de contradecir todas las creencias nefastas que tenemos de nosotros mismos. Es menos difícil vivir si dejamos de hacerlo, es mejor dejar que nuestras creencias piensen lo que quieran, no hay necesidad de tomarlas tan en serio.
Son sólo ideas.
Para eso, hay que ir a la raíz fundamental de todo el problema.
Aquí viene la revelación.
¿Te has dado cuenta alguna vez de la brutal cantidad de energía que gastas en preservar ese tesoro que parece tan, pero tan valioso? En realidad no vale tanto.... hay algo más valioso, te voy a contar qué es. Pero te presento primero al tesoro verdaderamente falso:
La autoimagen.
La autoimagen es cómo quieres verte en la selfie. El espejo del baño suele demolerla a menudo. A veces me pasa que cuando me miro al espejo, a mis 46 años, veo a un señor mirándome y no lo reconozco... porque no puede ser que yo sea ese señor del espejo, no señor.
Yo soy el de la selfie, ¿no parece más lógico?
Al menos ese es mi deseo.
El señor del espejo es mucho más feo que el de la selfie.
Afortunadamente no me molesta tanto.
Con los años he aprendido a aceptar que la selfie está sobrevalorada.
¿Sabías que hay personas que cuando miran al señor o la señora del espejo le gritan con furia "¡Te odio!?".
Eso duele, no lo hagas, en serio.
Todo el tiempo estamos sacándonos una selfie para tener un registro que demuestre que no somos el esperpento que creemos ser. Dentro nuestro -inconscientemente- estamos pensando todo el tiempo "soy horrible, soy horrible, soy horrible". Hacemos dos millones de esfuerzos por segundo para actuar como si fuéramos la máxima belleza, editando nuestra imagen con todos los filtros posibles, para la selfie... según cuál sea la rareza personal de cada uno, claro está. Entonces si te crees débil, harás pesas todos los días, tomarás con tu brazo de hierro los problemas de todo el mundo para resolverlos y cuando estás en la mejor parte de la representación, te tomas un selfie gloriosa. La miras y dices "Oh, que sexy me veo"... y luego la publicas, porque es mucho mejor si alguien le da un like.
Bueno, mucho mejor si le dan cientos de likes.
Pero ojalá que sean miles.
Porque nunca son suficientes,
porque creemos que en realidad somos horribles.
Que sean millones.
Y si pueden vernos desde otros planetas,
por favor no se olviden de dar un like también,
aunque sean alienigenas y nos parezcan un poco feos,
sus likes nos parecen bonitos,
igual que nosotros, ¿verdad?
¿sí o no?
Espero que me des varios likes por esta publicación.
En serio.
Y no te rías por favor.
Ojalá en cada publicación cada persona pudiera dar más de un like a la vez, así serían millones... bueno, ojalá sean cientos de millones.
Hay varias formas de salir de este embrollo.
Mi favorita es dejar de hacer caso a la paradoja
sumergiéndose en el núcleo de la verdad.
Me gusta ver a la mente como la loca de la casa.
Como está loca, no se le puede dar tanto crédito.
Que haga el ruido que quiera
aunque moleste la pobre.
No hay que tomarla tan en serio,
pero tampoco demasiado poco,
o sea,
hay que entender que sufre
y quererla harto,
Mirarse al espejo
y cuando aparece ese señor feo
ese del espejo que no puedes negar
porque el espejo lo demuestra científicamente,
decirle a la loca,
ya, espabila, que no eres Marilyn
y el viejo feo del espejo,
ese tampoco somos,
es solo la imagen que proyecta el cuerpo
en la realidad tridimensional.
Yo, el verdadero yo,
estoy aquí adentro
y te quiero
loca, chascona y asustada,
en pijama,
no importa,
te quiero
porque soy puro amor,
no sé hacer otra cosa que quererte
porque el amor es loco
porque amo con locura
la que cura
y te quiero porque sí
así que no te esfuerces tanto
¡te quiero!
contradictoria
seriota
avergonzada
y ansiosa
sentémonos un rato
tomemos esto con calma
y no hagamos más nada
solo querernos
¿quieres?
Por supuesto que quiere, si al final es lo único que ha estado buscando siempre. Al Amor, a quién más... ¿te has dado cuenta que detrás de cada acto es eso lo que en verdad buscamos?
Así que se trata de darse cuenta de qué eres y ya está.
Debajo de todos los disfraces y enredos eres el Amor Universal.
Me gustaría mucho decirte cómo diablos hacer esto. pero no se puede con palabras porque para llegar al núcleo del Ser y reconocer eso que realmente eres hay que hacer un viaje práctico y vivenciado, mirar detenidamente a la loca y al viejo del espejo, hasta darnos cuenta que no somos ellos, sino eso que los ama, incondicionalmente.
Así que si quieres hacer el viaje a la locura, la locura del amor que cura, te invito a meditar. Podemos hacerlo durante varios años, no hay apuro.
Si queremos llegar a algún lado,
hay que hacerlo con calma
porque por loco que parezca
la calma nutre al alma
No hay apuro
te espero con paz-ciencia
con cariño
del loco
el que sana
Así después nos reímos
y nos hacemos amigos
En serio
El curso de meditación ya ha comenzado y tiene una duración de muchos años. Puedes unirte por un breve período o por mucho tiempo. Aquí puedes ver toda la información y regsitrarte:
Y si quieres enterarte de otras actividades que realizo, puedes pedirme que te agregue a mis contactos de whatsapp, escribeme a mi correo para solicitarlo ideasquesanan@gmail.com y también, puedes suscribirte a este blog para recibir la información en tu correo usando este enlace.
Y también contarte que subí unos episodios nuevos a mi podcast de spotify que están muy interesantes, aquí los puedes escuchar.
¡Nos vemos!
Si Tomas, me conecta este desarrollo con mi Herida original. Él Niño Herido.
Con la Vulnerabilidad y el Dolor.
Es muy sanador este relato.
Aho!!!🙏
Tomas cuendo lei todo, me acuerdo que hoy me puse a reflexionar, sobre cuando era niño quería ser un adulto. odiaba ser un niño, ahora que soy adulto, aveces quisiera ser un niño, dejar el control y la verdad que me resuena todo lo que dices, suelo sonreir cuando las cosas no resultan, seriosis me suele matar siendo un E1, saludos gracias
Ahí se fue el like ; ) jeje
Sinceramente estas LOCO!,sin embargo totalmente CUERDO. Es un escrito muy serio.. y eso del viejo y la vieja del espejo es muy ramdom..es real. Si bien hace muuucjo no uso selfies arregladas.. tb observo a los demás.. viviendo una vida en las redes y otra en su vida REAL. MUNDO interesante decir hay que sonreír.. y dejar.. como le llamaste? La seriedad paradójica? No recuerdo pero muy bueno el ejemplo. Vivir con más liviandad y menos condicionamientos, algo para trabajar y aprender. Espero verte pronto ..y gracias por un rato de LOCURA!!!
Priscila viña del mar
Hola Tomás. Que Interesante la forma que explicas la paradoja y el desgaste energético que lleva la conducta de mantener la autoimagen. Hago para mantener la creencias que me hace sufrir WoW! pensando que estoy evitando el sufrimiento... Me llama la atención que me hago consciente de esa conducta, pero aún así hay factores (externos, vínculos, inseguridad, MIEDO,etc) que aún movilizan mi amor propio y vuelvo al desajuste de la autoimagen y el amor infinito que siento dentro.
Gracias por crear éste espacio!