En un Live que hice por instagram, mientras hablábamos sobre el cuerpo del dolor y cómo dejar de sufrir, Vicky me dijo:
“Es bastante difícil disolver el cuerpo del dolor, ¿verdad?”
(explico qué es el cuerpo del dolor en el episodio 46 de mi podcast)
Y yo dije: “No, en realidad es muy fácil”.
Mi mujer se molestaba cuando yo decía este tipo de cosas. Que no empatizo con el sufrimiento, que me resulta fácil porque llevo años practicándolo y que así no ayudo. Y la entiendo, y entiendo a cualquiera que diga eso, porque cuando estamos en el sufrimiento, el 80% del tiempo- no parece fácil.
Cuando sufrimos de verdad, queremos matar a cualquiera que nos diga que es fácil no sentirse así. Lo podemos tomar como algo muy personal. Esto es la envidia (en el episodio 38 de mi podcast hablo con profundidad sobre la envidia)
Pero es la verdad:
Es muy fácil.
Y aunque te enojes, sigue siendo verdad.
Tengo algunos testimonios de un curso de 2 meses que dí.
Pierina Albornoz, profesora de 36 años, chilena, dijo:
“Conocí el poder del silencio y he consolidado la tranquilidad que buscaba. Aprendí mucho y tuve experiencias maravillosas; lágrimas saliendo de mis ojos al agradecer, mi corazón acelerado al sentir compasión hacia mi misma cuando me convertí en el ahora, en el silencio… ¡La Felicidad sin Causa Existe!”
Ese día del live me hicieron otra pregunta:
¿Si es tan fácil dejar de sufrir, por qué sufrimos? ¿Por qué parece que nunca se va a acabar?
La mayoría puede reducir su sufrimiento de forma muy significativa con un entrenamiento de 2 meses, más o menos. En 2 meses nadie se ilumina, pero sí se puede quitar mucho peso al cuerpo del dolor.
Eduardo Peña, abogado de 56 años, chileno, dijo:
“He descubierto un dolor muy profundo dentro de mí, pero ya no quiero extirparlo. Cuando lo veo durante la práctica, ese dolor enorme ya no me daña, se debilita. Eso me da mucha tranquilidad y me sana.”
Y no se necesita hacer mucho para esto. Hacer algo -aunque sea sólo un poco todos los días- trae cambios brutales comparado con no hacer nada. Por supuesto que hay que saber qué es lo que hay que hacer y cómo. La pŕactica es ridículamente simple. Sólo hace falta tener cierta constancia, y eso se soluciona haciendo la práctica en grupo.
Vivimos toda la vida intentando ser felices, pero no lo logramos porque buscamos donde no está. Es como si creyéramos que se puede aprender a tocar guitarra haciendo todos los días una receta de cocina.
Esto sí que es difícil.
Pero hay otra cosa más importante que nos hace seguir sufriendo:
No hacemos lo correcto para dejar de sufrir porque no sabemos lo que es NO sufrir. No sabemos ni creemos que se pueda.
Imagina que un día le preguntas a tu amigo jupiteriano, “¿los habitantes de tu planeta quieren manzanas?” y nuestro amigo responde, “no, en mi planeta nadie quiere manzanas porque nadie sabe lo que es una manzana.” Y aquí en la Tierra casi nadie sabe lo que es la felicidad sin causa, por eso no se la busca y se persigue todo tipo de sucedáneos insatisfactorios al fin y al cabo. (en el episodio 7 de mi podcast hablo sobre esto)
Seguimos donde mismo porque no sabemos que hay algo mejor que el cuerpo del dolor.
Somo adictos al dolor.
Me gusta decir que las adicciones terminan cuando encontramos algo mejor que eso.
Si digo, “desde hoy vas a comenzar a sentirte más feliz todos días, van a mejorar tus relaciones, te vas a conectar con tus hijos, familiares y amigos, vas a ser más creativo en tu trabajo, vas a disfrutar más, vas a ganar más dinero, vas a sentir una gratitud deliciosa por existir, y el día que tengas que morir no tendrás miedo porque habrás vivido satisfech@”, la mayoría responderá que veo demasiadas películas de Disney... o se enojarán.
Porque nunca han experimentado eso y no creen que sea posible.
Padecer el cuerpo del dolor es muy fácil y dejar de padecerlo también, el problema es que no tenemos esperanza de que haya algo mejor.
Y la verdad, no es cierto.
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