Vivimos en un mundo humano lleno de sufrimiento y oscuridad. Salvo un par de personas, cargamos dentro nuestro una gran cantidad de sufrimiento, del cual casi no somos conscientes. De hecho, cuando un ser humano comienza su proceso de mirar hacia el interior siempre llega a un punto en el cual la cantidad de dolor y oscuridad resulta aterrorizante. La mayor parte de las veces pasamos la vida completa sin enterarnos de lo que hay dentro nuestro y nos complacemos usando la máscara que hemos construído para ocultar, sobretdo de nostr@s mism@s, toda esa oscuridad.
Esta oscuridad no es nuestra naturaleza esencial, solamente es todo aquello que no hemos querido ver ni sentir, todo aquello que no hemos podido confrontar porque ha faltado el amor y la compañia suficiente para adentrarse a territorios tan oscuros. Somos niños asustados que no han sido nutridos todo lo que necesitaron y entonces nos mantenemos en la superficie del ser sin mirar hacia adentro. El panorama es desolador porque mientras no miremos eso que llevamos dentro, entonces seguiremos construyendo un mundo oscuro, aunque tengamos las mejores de las intenciones y nuestro deseo honesto sea construir un mundo mejor. No es posible construir un mundo luminoso usando una consciencia oscurecida.
¿Y donde está la luz? Está en los espacios vacíos. Cada vez que escapamos del dolor y la oscuridad que hay dentro nuestro, intentamos hacerlo llenando todos los espacios, con pensamientos, actividades, planes y complejos razonamientos para convencernos que lograremos salvarnos de algún modo de esa oscuridad. El secreto es que cuando dejas de intentar llenar el vacío y la oscuridad, cuando el mecanismo de defensa se detiene y te quedas en silencio, entonces la luz tiene espacio para penetrar hasta el fondo de tu corazón... la luz está en los espacios vacíos. Detén la actividad, vuélvete muy seren@, muy quieto, deja de planear, deja de moverte por dentro. Mantente en contacto con la oscuridad sin hacer nada... y vas a ver cómo la luz entra por esos espacios vacíos. Para darte cuenta, debes estar en silencio... la luz no hace alardes de su presencia.