La naturaleza está tan viva..
Y nosotros tan muertos.
Ayer miraba a mi hija, y por un momento estuve en silencio. Y la sentí con todo mi cuerpo. Pura belleza, su cuerpo tan vivo y despierto, sus ojitos vibrantes, su mente curiosa, su respiración fácil y relajada, completamente inmersa en el ahora. Entré en un estado de consciencia diferente, ya no la percibía con mis pensamientos o mis imágenes mentales, la estaba viendo a ella, como si la viese por primera vez.
Cada vez que puedo mirarla de esta forma, sentir su energía vital en cada célula de mi cuerpo, ella se siente reconocida y entra en un estado de mayor calma y felicidad. Cuando no estoy presente, ella me busca… y muchas veces estoy presente sin estarlo. Estoy presente, incluso jugando con ella, pero sin sentir su presencia. Y entonces ella me busca como si yo no estuviera y se inquieta, se desestabiliza.
Lo mismo nos sucede a nosotros. Estamos, pero no estamos con nosotros mismos. Y así, nuestra sensibilidad y humanidad, se siente perdida y tambaleante. Una parte de nosotros busca la presencia con desasosiego y no la encuentra.
Sugiero el siguiente experimento.
Cierra tus ojos y siente tu cuerpo. Su temperatura, su humedad, la respiración, el peso y la sensibilidad de la piel. Un par de minutos, sin pensar en nada, sólo estar.
Observa cómo el cuerpo se vuelve más vivo, observa el efecto que tiene sobre tu estado de ánimo .
Ahora la parte que va a cambiar el futuro de la humanidad:
Mira a otra persona y siente tu cuerpo de la misma forma que en el experimento anterior. Toma consciencia de cómo tu cuerpo percibe en las células a la otra persona. Siente en tu piel la mirada del otro, la respiración del otro, la presencia del otro.
Observa qué efecto tiene en la relación… ¡luego me cuentas!
Tomás de la Fuente
Diciembre 2017