Tomás de la Fuente
2 de ene de 20182 min.
Dos discípulos de diferentes maestros espirituales hablan de las grandezas de sus guías.
- Mi maestro es increíble - dice uno-, se pone de pie en una orilla del río, se concentra al tiempo que hace símbolos de poder con sus manos y al otro lado del río, los símbolos místicos se dibujan en el aire.
- ¡Impresionante! -dice el otro.-
- ¿Qué puede hacer tu maestro espiritual?
- Es más grandioso que el tuyo.
- ¡Imposible! ¿Qué es capaz de hacer?
- Mi maestro, cuando camina, camina, cuando come, come, cuando duerme, duerme.
Mientras hacemos una cosa, tenemos la mente en otra. No vivimos la vida, siempre estamos un paso adelante o un paso atrás. El tiempo se nos pasa cada vez más rápido porque cada momento es una espera para el siguiente. Somos muertos en vida.
La vida pasa mientras pensamos en lo siguiente.
Y así creemos que algo falta, que no hemos conseguido suficiente. A veces, cuando juego con mi hija, me olvido completamente de mí. En ese momento no hay nada que falte, la vida está entera y completa, no hay otro lugar al cual llegar. No hay fisuras.
Otras veces, cuando estoy distraído, me aburro y me pregunto una y otra vez cuando llegará el momento de descansar o de hacer otra cosa. Ella se irrita y me lo hace saber. Es mi pequeña maestra de meditación.
La práctica de meditación no es sólo sentarse en un cojín.
Cualquier actividad hecha con total atención es meditación.
Cualquier actividad hecha con total atención es estar completo.
Cualquier actividad hecha con total atención es vivir la vida.
La espiritualidad no es más que un conjunto de indicaciones y técnicas que nos enseñan a vivir. A estar presentes para que cuando llegue la muerte no nos demos cuenta que hemos perdido la vida esperando el gran momento.
El único gran momento que existe es ahora.
Ahora tal cual como es.
Desiste el intento de hacer que este momento sea diferente.
Vïvelo. Con sombra y luz.
Es tu regalo y tu derecho.
Tomás de la Fuente
Noviembre 2017